Madrid

 

 

 

Llegaba a Madrid. Un paisaje desolado veía a ambos lados de la vía mientras que la fondo se divisaban las casas de una gran ciudad. Llegué a Atocha muy cansado y tomé el metro hacia Argüelles el que sería mi barrio por cinco años. Yo era un chico de pueblo que no conocía a nadie en la gran ciudad y me enfrentaba a todos sus peligros. A las 7:15 tomar el bus 62 Moncloa – Paraninfo, clases de lunes a viernes , de 8 a 14 horas, luego almuerzo para volver caminando hasta Moncloa. Estudiar hasta la noche con la breve pausa de la cena en aquella casa antigua. Luego a dormir. Los viernes y sábados de marcha por el barrio. Los amigos nos reuníamos y siempre formulábamos la pregunta: ¿cultura o pasiones?. Si era cultura es que nos sentíamos depres y nos íbamos al cine o al teatro. Si eran pasiones nos íbamos de copas… Solo teníamos tres temas de conversación: mujeres, electrónica y política. Cada tarde poníamos como un trapo a los profesores, hablábamos de la ciencia y arreglábamos el mundo. Y siempre Madrid, una ciudad que me enganchó, tanto como para sentir que es mi verdadero lugar, allá donde maduré e hice tantos amigos. Allí donde mantuve unas vivencias inolvidables. Conocí las patatas bravas, los pinchos de tortilla, el Rastro, el Ateneo y el deambular por Argüelles de madrugada. En Madrid supe lo que era España, una jaula de grillos en la que todos nos consideramos muy distintos de los demás, siendo tan iguales… Yo estudiaba como una fiera y no tenía un duro y sin embargo…era feliz. Luego llegó la mili africana, el trabajo, me afeité la barba, ni patillas me dejé (jamás enseñaría las fotos de aquel tiempo), me corté el pelo y me transformé en alguien políticamente correcto. Pasados los años alguien me dijo que yo era anarquista y me alegré porque sentí que aun quedaba algo de aquella época dentro de mi.